Se trata de un aprendizaje basado en proyectos es el niño el que es responsable de su propio aprendizaje y el maestro pasa a ser el orientador durante ese proceso. Lejos de ser una moda, esta clase de enseñanza es una metodología que ya se empezó a aplicar en la primera mitad del siglo pasado. Pero ¿por qué a los padres nos gusta la enseñanza por proyectos? ¿Qué opina de ella el profesorado?
En la enseñanza por protectos los roles se cambian: el maestro deja de ser un mero orador y el alumno un observador durante la clase. Ambos deben interactuar, pero ahora es el alumno el que expone las ideas y el maestro quien debe escuchar y ordenarlas. Sin embargo, esta nueva situación provoca que el maestro salga de su zona de confort y le sobrevengan las primeras dudas: «¿Me llevará más tiempo de preparación?» «¿Podremos ver todos los contenidos marcados para esta etapa?» «¿Cómo evalúo el aprendizaje del alumno?».
Quizás todas estas cuestiones estén retrasando la implantación de la Enseñanza Basada en Proyectos en nuestro país. Aunque una cosa parece estar clara: en una enseñanza convencional, los alumnos que no se adaptan a ella terminan fuera del sistema, ya que la atención a la diversidad es más difícil bajo este sistema. Y aquellos que logran ir superando las diferentes etapas pierden aquello que nos hace únicos cuando somos niños: nuestra capacidad de imaginar y hacer preguntas.
El educador y escritor británico Ken Robin comenzó un experimento con un grupo de niños de infantil, 1500 niños a los que realizó un test para evaluar su ‘pensamiento divergente’. El pensamiento divergente es nuestra capacidad para ver múltiples respuestas a una misma cuestión. El 98 % de ellos fueron unos genios de pensamiento divergente. 5 años después, solo el 50 % aún lo eran, y una década más tarde el porcentaje se redujo a la mitad. Con esto no estamos diciendo que la metodología clásica de educación sea un error, sino que quizá no se adapte a los nuevos retos que nos plantean los niños hoy en día. El maestro debe competir con los móviles, internet, Facebook, videojuegos… Y quizá, solo quizá, una metodología en la que ellos sean los protagonistas de su ‘juego de aprendizaje’ sea la solución a las nuevas necesidades educativas.
Educadores y sicólogos tan renombrados como Maria Montessori quien, gracias a sus experiencias con alumnos en riesgo de exclusión social, siempre apostó por una educación constructivista dirigida por el niño en la que se sintiera libre para desarrollar sus capacidades en un entorno creativo. Nadie puede ser libre a menos que sea independiente; por lo tanto, las primeras manifestaciones activas de libertad individual del niño deben ser guiadas de tal manera que a través de esa actividad el niño pueda estar en condiciones para llegar a la independencia.
Por lo tanto, ante los alarmantes índices de fracaso escolar y abandono de los estudios en los últimos cursos de la etapa obligatoria, la comunidad educativa se ha visto no solo en la necesidad, sino también en la obligación de tomar cartas en el asunto, aunque la solución tenga casi un siglo de antigüedad. Al fin y al cabo, los niños siguen siendo niños, independientemente de los tiempos que vivamos. Es cierto que esta adaptación a una enseñanza colaborativa tiene sus detractores, pero el tiempo y los buenos resultados probablemente acaben por convencerlos.
Una prueba de ello son las Comunidades de Aprendizaje, escuelas que han apostado por la transformación de sus centros en eso mismo, en una enseñanza cooperativa donde toda la comunidad educativa está implicada en la educación de los niños y en la que los alumnos son los responsables de su propia educación. No solo han combatido con éxito el ausentismo escolar y la diversidad en el aula, sino que, a través del respeto y la tolerancia y de ciertas acciones de éxito, se logra que el alumno, sus familias y el profesorado sientan que dan sentido a la educación de los niños.