Declarado Monumento Histórico Nacional, el establecimiento educativo más antiguo de la Ciudad de Buenos Aires y que este año cumple 154 años con ese nombre, sigue siendo uno de los más prestigiosos. El Colegio Nacional Buenos Aires (CNBA) ha recibido en sus aulas a patriotas de la Revolución de Mayo como Manuel Belgrano, Mariano Moreno y Juan José Paso. También, a varios políticos de la actualidad como: Martín Lousteau, Axel Kicillof y Hernán Lombardi, entre otros.
Considerado un colegio de suma excelencia académica y semillero de personalidades ilustres – en parte, es responsable de que la manzana en dónde se encuentra emplazado se la denomine «la manzana de las luces» – cada año aplican a su exigente curso de ingreso más de 1.100 alumnos, pero sólo entran 300 divididos en tres turnos : mañana, tarde y noche. El colegio, además de ser público y de enseñanza secundaria laica, es preuniversitario y depende de la Universidad de Buenos Aires (UBA), lo que implica que, además de otorgar título secundario Bachiller, cuenta con un sexto año opcional en el que se encuentran las equivalencias con el primer año de la UBA.
A lo largo de su historia, la institución no ha estado exenta de conflictos ni episodios negativos, como el sucedido en el año 2013, cuando 5 de sus alumnos vandalizaron la vecina Iglesia de San ignacio. El Colegio fue fundado en pleno período colonial (1661), por los primeros jesuitas, en acuerdo con la administración española, y se llamó Colegio San Ignacio.
Cuando los jesuitas fueron expulsados, y coincidiendo con los diferentes regímenes políticos, atravesó transformaciones de orientación ideológica, clausuras y refundaciones, así como cambios de nombre y avatares arquitectónicos como la demolición del edificio colonial y la construcción del edificio actual, proyectado en 1910 por el arquitecto francés Norbert Maillart, también autor del Correo central y del Palacio de Tribunales. El estilo que predomina es el academicismo francés de L’ École des Beaux-Arts parisina en una versión monumentalista que se da por la escala de las columnas y los arcos de entrada en el frente principal.
Otras señas particulares: el techo a la mansarda, la imponente fachada con galería, la escalinada de mármol rodeada de bustos de antiguos rectores y los amplios claustros con techos altísimos en el interior del edificio.
El establecimiento de 3 pisos cuenta, además, con un subsuelo, un observatorio astronómico, un microcine con capacidad para 200 espectadores, una piscina cubierta, una biblioteca con más de 100.000 volúmenes, y la hemeroteca más completa del país en lo que respecta a publicaciones del siglo XIX. Desde 1er año, los alumnos aprenden inglés, francés y latín y cuentan con una amplia variedad de talleres y actividades de extensión : danza, tango, orquesta y esgrima.
En sus aulas aún pueden verse los bancos de madera antiguos fijados al suelo y los pizarrones guillotina. Incluso la calefacción del colegio es bien antigua, con un sistema de vapor de agua. Sin embargo, la tecnología se ha ido introduciendo en el colegio : en las aulas hay televisores, las computadoras también se encuentran en la Biblioteca, hay una sala de Informática y wi-fi a pleno en todo el edificio.
De lunes a domingo, la institución es transitada por unas 3.000 personas cada día, por lo que mantener un monumento de estas dimensiones y características en funcionamiento no es un desafío menor. Hay cuadrillas de personal de limpieza y de técnicos, son unas 20 personas, entre las cuales hay electricistas, carpinteros y sanitaristas. Además, el colegio dispone de una gran cantidad de materiales de época para reponer.